Tras las huellas de nuestra historia

Nuestro Instituto fue fundado el 18 de marzo de 1958 por el Padre Antonio Bentivenga en homenaje al Padre Agustín Elizalde, quien fue su predecesor durante veinticinco años, realizando una profunda obra religiosa-social y promoviendo a la comunidad local.

El Padre Agustín Elizalde, fundador y Párroco de Santa Juana de Arco, primera Parroquia de Ciudadela, fue un sacerdote ejemplar que dedicó su vida al anuncio del evangelio y fue padre espiritual de Antonio Bentivenga, quien vivía en la localidad desde los cuatro años, edad en la que había llegado con su familia desde Italia.

Quien más tarde fuera el Padre Antonio aprendió el oficio de sastre, se incorporó a la vida parroquial a través de la Acción Católica y, de la mano del Padre Elizalde, ingresó al seminario para ser ordenado sacerdote.

Cuando falleció el Padre Elizalde, el 17 de agosto de 1956, el Padre Antonio Bentivenga fue nombrado párroco. Dotado de gran carisma y fuerte personalidad, profundo conocedor de la realidad local, reconocía que entre los habitantes de Ciudadela se contaban muchos obreros cuyos hijos, debido a la escasez de recursos, no podían acceder a la educación primaria o secundaria. Esto, entre otros factores, motivó que el Padre Bentivenga fundara el 18 de marzo de1958 el colegio primario que denominó “Padre Agustín Elizalde”, como homenaje y continuador de su obra, pues sabía que tan grave como la pobreza material es la del espíritu y que la tarea de promoción humana estaría abocada sólo cuando la cultura estuviese al alcance de todos, más allá de los recursos económicos que tuvieran.

Para la concreción de esta obra contó desde el principio con un grupo de colaboradores incondicionales, entre los que se contaban familiares, miembros de la Acción Católica y docentes. Entre todos merece mencionarse especialmente a la Profesora María Celia Larre, primera directora del primario y factor clave en la ejecución del ideal fundacional.

La secundaria se abriría el 16 de marzo de 1959 con la misma directora. a funcionar en 1959 la primaria  teniendo como directora a la Srta. Larre.  El objetivo fundamental fue fundar un establecimiento educativo que tuviera todos los niveles. En Ciudadela no había un instituto así hasta ese momento, solo se encontraba el Colegio Inmaculada Concepción que era exclusivamente de niñas. La propuesta educativa tenía como opción prioritaria brindar una educación de excelencia para los niños y niñas de sectores populares y en ese sentido en aquella época se pudo equiparar la cuota del instituto con la de la cooperadora de los colegios de gestión estatal de la zona, algo que resultaba atrayente a las familias de bajos recursos.


El Padre Bentivenga consideraba muy importante la formación humanística y atendiendo al deseo de las familias, decidió incorporar el bachillerato. Muchos preferían esa modalidad porque habilitaba mejores posibilidades para el ingreso a la facultad. Y en 1960 comenzó el comercial.


También en 1959, se iniciaron las gestiones para inaugurar el Profesorado, acción que se llevó a cabo al año siguiente, de modo oficial y formal, con las carreras de Geografía, Matemática, Filosofía, Ciencias Naturales, Castellano e Inglés (al año siguiente éste fue reemplazado por Historia).
En 1977, se inicia el Profesorado para la Enseñanza Primaria y en 1991 el Padre Antonio cumplió su sueño de inaugurar el Industrial.

Luego del fallecimiento del P. Antonio, ocurrido el 13 de junio de 1993, asume el nuevo Cura Párroco, Presbítero Isidro Farrés Vilaró, quien lleva adelante dos de los últimos proyectos encarados por el Padre Antonio: en 1994, comienza el Profesorado para Nivel Inicial y, en 1995, se abre el Jardín de Infantes. En 1999 se abre, en el nivel superior, el Profesorado en Ciencia Sagrada.

En los comienzos de su fundación el Instituto albergó alrededor de 130 alumnos y llegó a incrementarse notoriamente llegando actualmente al número aproximado de 2500 alumnos/as y 300 docentes en todos sus niveles, quienes diariamente emprenden la tarea de educar y ser educados en un espíritu cristiano para brindar a la sociedad valores que permitan una convivencia cada vez mejor donde prime el interés común y la comprensión de los otros.